Sí, es verdad existen muchas variantes de los juegos de solitario con cartas. Hay desde los más simples hasta los más complicados, desde lo más rápidos hasta los que tardan un poco más. Desde los que son muy populares hasta de los que se conoce poco. Pero ninguno iguala al tradicional y siempre efectivo solitario clásico. ¿Por qué? Simplemente porque es muy fácil de jugar y es tan entretenido que no pasa del tiempo.

En el solitario clásico se reparten siete cartas sobre la mesa. Todas abiertas. La del extremo izquierdo no tiene ninguna tapada debajo. La siguiente sí tiene una carta tapada debajo. La siguiente tiene dos tapadas, la tercera tiene tres tapadas, la cuarta tiene cuatro tapadas debajo, la quinta tiene cinco cartas tapadas. La sexta tiene seis cartas tapadas. Y, finalmente, la séptima tiene siete cartas tapadas debajo de ella. Además, encima de todo se separan cuatro espacios para colocar otras cartas.

Al lado queda el mazo con el resto de cartas. El objetivo es colocar las cartas de tal manera que se formen escaleras.

Es decir, el 10 irá debajo del once y el once del 12 y el cinco del seis, y así hasta llegar al uno. En los cuatro espacios de arriba se pueden colocar las cartas desde el uno en adelante pero respetando los palos, es decir los corazones con corazones, espadas con espadas, tréboles con tréboles y diamantes con diamantes.

De esa forma se comienza a organizar todo, cuando se vea que ya no se puede organizar más se deberá sacar una carta del mazo dejando pasar dos y la tercera se usará para ayudar a la organización de las cartas. Así se deberá acabar con todas las cartas muy ordenadas.